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Matt&ElenaPrimeracita.doc

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Matt & Elena: Primera cita. Dedicado a Red y Natalia--“El dulce cuento de un nuevo amor en flor” Otra vez Matt abrió la cartera para contar el dinero que tenía en efectivo. Un billete de diez dólares y seis centavos es todo lo que le sobraba de cuanto los seis vecinos le habían dado por rastrillar todas las hojas del otoño de cada parque y apilarlas en una inmensa hoguera. El resto del dinero fue a parar a la compra de un nuevo par de pantalones almidonados y casuales. Siete dólares y veinte centavos que quedaron de limpiar los áticos y segar el césped. El resto del dinero había sido cuidadosamente invertido en la chaqueta que llevaba –ya no sería una chaqueta de cartero, no en ésta ocasión-. Además había oído que a Elena no la gustaban. Un billete de diez dólares por ayudar a Mr. Muldoon a cambiar cuidadosamente todas las bombillas de su casa, que él de ninguna manera habría podido llegar a hacer. Veintisiete dólares y veintiséis centavos más. Giró la cartera y lo sacó de su lugar de honor –un discreto compartimiento a un lado de la cartera. Y ahí estaba, tan limpio y nuevo como cuando el tío Joe se lo dio-. Un billete de cien dólares. Le podía recordar al tío Joe –al gran tío realmente, pero siempre llamado tío- apretando el billete en su mano mientras las enfermeras no estaban en la habitación. “No hables de esto con nadie” le susurró el tío con esa voz chirriante. “Guárdalo hasta que llegue una necesidad, tu sabrás cual es el momento apropiado” “Y…..Por la gracia de Dios! –Hubo una pausa mientras al tío Joe le sobrevino un gran trasiego de tos y Matt le sujetaba- “no se te ocurra gastarlo en cigarrillos ¿está bien? No cojas el hábito chico porque sólo te va a traer dolor. Entonces Matt bajó con cuidado al tío Joe, pero la tos vidriosa estaba empezando y Matt quería una enfermera para que vigilara el nivel de saturación de oxígeno del tío Joe. Estaba en ochenta y cinco cuando debería estar en cien. El tío Joe necesitaba más oxígeno. Pero aquello fue hace dos años y dos días. Hoy hace exactamente dos años que el tío Joe murió. Matt se estaba machacando, era muy duro recordar cómo se había ido. Y ahora, mirando el billete de cien dólares Matt recordaba su sonrisa traviesa y las palabras en su voz. “Tu verás cuando es tiempo!” si, el tío Joe lo sabía. Matt se habría muerto de risa si el tío Joe le hubiera dicho en lo que estaría gastando ese precioso dinero. Cuando era adolescente, los pensamientos de Matt sobre las chicas, no estaban del todo definidos: si, había madurado tarde, un aprendiz lento. Pero ahora se había puesto al día. Iba a llevar sus pantalones nuevos y una camisa dorada; la reluciente corbata que su madre le regaló la pasada Navidad y su chaqueta deportiva para el evento más maravilloso que el pudiera imaginar. Gastar cien dólares con Elena Gilbert. Elena……solo pensar en ella le hacía sentir como si le bañara la luz del sol. ¡Ella era la luz del sol! con ese hermoso pelo rubio que le caía hasta la mitad de la espalda, con su piel del color de la flor de la manzana, incluso después de curtida con el aire, con esos ojos luminosos encharcados de azul y motas doradas, y los labios….!esos labios! Todo, y esos labios, podían hacer sucumbir en nada de tiempo. En el colegio siempre eran como un leve mohín que dijera “bien, realmente esperaba más que esto”. Pero Elena no estaría coqueteando ésta noche. Matt no sabía de donde había sacado el coraje –en cuanto acabó de alejar al entrenador de football, Simpson, después de que perdieran un partido- se las arregló a su manera para pedirle a Elena que salieran. Y ahora con el billete de cien dólares del tío Joe, iba a llevarle a Elena Gilbert a una hora concreta y a un restaurante francés concreto. Era una fecha que ella nunca olvidaría. Matt miró el reloj de repente. ¡Hora de irse! De ninguna manera podía llegar tarde. “Oye mamá! Son las siete menos cuarto, me voy!” “Espera Matt, espera” Mrs. Honeycutt bajita, rechoncha y oliendo a galletas, llegó al hall casi de un brinco. “¿Por qué te vas sin apenas dejarme verte?” le regañó con los ojos radiantes. ¿Quién planchó esa camisa?, ¿puedo preguntar? ¿Quién supo de las rebajas de chaquetas por primera vez?”. Matt dio un gemido para pasar a quedarse colorado mientras ella le miraba de arriba abajo. Por fin Mrs. Honeycutt suspiró. “Tengo todo un caballero de hijo, te pareces a tu padre” Matt sentía como le iban subiendo más los colores. “Ahora vas a llevar tu propia chaqueta” “Desde luego mamá” “¿Estás seguro de que tienes suficiente dinero?” “Sí” dijo Matt “Sí” y lo pensó con alegría. “Quiero decir que sobre ésta chica Gilbert se oyen toda clase de cosas. Sale con universitarios. A veces no va a casa. No tiene padres que la vigilen” “¡Ella….!mamá no me importa con quién haya salido, tengo mucho dinero y vive con sus tíos, ¡como si fuera ella la causante de que sus padres se mataran! Y si me quedo aquí otro minuto más, ¡acabaré por tener que salir disparado!” “Bien, si solo me dejaras buscar la cartera, te daría diez dólares. Así estás más cubierto, solo por si acaso.” “No hay tiempo mamá, buenas noches” Estaba en el garaje recordando los viejos olores de grasa, aceite y hierro oxidado. Su coche, bien! Estaba esperanzado en que Elena no reparara en el; la haría entrar y salir del coche enseguida. Era un amasijo de chatarra hecho con trozos mezclados con los que de alguna manera Matt se las había ingeniado para añadir a la carrocería del ruinoso coche de su padre y usarlo como vehículo. El lo refería como ese montón de basura pero como no podía hacer nada, solo esperaba que Elena no lo distinguiera demasiado gracias a la oscuridad. Recordaba el camino hasta Chez Amaury así que no tendría que mirar en el mapa. Oh Dios mío! Esta era la calle. Ya estaba aquí! En una especie de grito ahogado Matt aflojó el cuello un poco al volverse. Se sentía casi ahogado. o.k. Tragó, estaba a un paso de su casa. Apagó el motor del coche y sacó las llaves. o.k. Tragó de nuevo y se metió las llaves al bolsillo. Estaba frente a la puerta. o.k. Ahora una exclamación. Puso el dedo en el timbre y dejó pasar como un minuto para dominar los nervios y alentarse a sí mismo antes de tocar el timbre. Un sonido distante……. Y enseguida ya estaba viendo a una mujer delgada y bastante sencilla que le brindó una amplia sonrisa y le dijo: “Tu debes ser el nuevo compañero de Elena. Entra, entra. Aun continúa arriba. Ya sabes….!éstas chicas! La mujer parecía tan hospitalaria y amable como lo era su propia madre e hizo todo lo posible para que se sintiera confortable. Pero de vez en cuando se daban esas pautas en la conversación que se hacían incómodas. “Esto…. Usted es Judith, la tía de Elena, ¿no es cierto?” “Sí, Oh no me digas que otra vez me he olvidado de presentarme. Sí, de hecho puedes llamarme tía Judith como todos los demás. Te traeré unas patatas fritas o algo para picar mientras esperas. ¡Ay con estas jóvenes: EEEEE-LEEEEEEEEE-NAAAAAAA! Salía apresurada mientras Matt se encogía y frenaba el impulso de taparse las orejas. “Aquí tienes algo para picar” la tía Judith se acercaba con un cuenco. Pero los ojos de Matt prestaban atención a quién descendía por las escaleras vestida de azul. Matt había oído hablar de algo tan impresionante que le aturdiría, pero de hecho nunca hubiera imaginado algo como una metáfora personalizada. Ahí estaba frente a él bajando las escaleras. Elena era un ángel o al menos eso era lo que de algún modo el vestido le hacía insinuar. Era…..Bueno, Matt no conocía el nombre correcto para semejante cosa, pero no tenía tirantes y le marcaban las curvas en la parte superior. El color era de un pálido azul-plateado y le traía el recuerdo del color de la luna sobre la nieve. La parte superior estaba bordada con algún tipo de abalorio y tenía una flor plateada en el hombro. La parte inferior del vestido eran capas superpuestas de algún material como gasa que destacaban y la envolvían por debajo de las rodillas. Unas piernas divinas que parecían incluso más largas y preciosas que de costumbre y llevaba muy bonitos zapatos de tacón alto con flores a juego con la del vestido. Le sonrió mientras bajaba las escaleras y por un momento Matt pensó en todos los demás chicos a los que había sonreído de esa misma manera. Sólo al bajar esas escaleras, fuera el vestido que fuera, sonreír a un chico era algo de todos los días. Pero Matt quiso abandonar ese pensamiento. El y ella iban a pasar juntos una noche excelente. Esta noche esa sonrisa sería solo para él. “Elena, quiero que te asegures de que no vas a pasar frío”, la tía Aunt empezaba a hablar cuando Elena sin quitar los ojos de Matt, le dijo: “Hola…” su voz era dulce con un deje de acento sureño que a él le permaneció en los oídos. Todo lo que decía era como un secreto que el estuviera escuchando. Algo se le atragantó a Matt en la garganta. No podía decir una palabra mientras estuviera tan cerca de ella, tan arrimada que podía oler su perfume. Olía a rosas, a verano, a espliego, desde su pecho, además de otro aroma que debía de ser su fragancia natural… eau de Elena. Matt se alegraba de haberse raspado la suciedad y la grasa de las uñas con un cepillo de dientes y también de haber limpiado el automóvil en un esfuerzo por quitar los olores del mohoso ático. Pero aún no podía hablar y entonces de alguna manera, el viejo tío Joe que parecía vivir en el bolsillo de su pantalón, le dio un golpe y las palabras apropiadas. “Estás fantástica Elena”, ya había salido del apuro. Y se veía estupenda. Su piel era como la de los pétalos de las magnolias, pero siempre con ese tono rosado sobre sus pómulos. No llevaba ningún maquillaje que Matt pudiera apreciar –pero…!cómo podía saberse en éstos días con las chicas! Tenía pestañas largas, gruesas y obscuras, casi parecía que pesaban demasiado para sus parpados. Matt admitió que ella estaba un poco aburrida de lo que estaba viendo, pero los ojos se enmarcaban con una llama viva y ansiosa. Eran de un azul intenso con pequeñas motas doradas aquí y allá. Sus labios…aunque, sí….llevaba pintalabios. No sabía como llamarlo, pero debería llamarse “invitación al ataque”. De repente Matt se congeló. Había un sonido de risitas cerca (múltiples sonidos de risitas) y éstas no venían de Elena. Se giró un poco y vio, Sí, el TOP 4, Robert E., el más buscado de Lee Highs, después de las chicas. Las mejores amigas de Elena. Parecían un arco iris. La morena, Meredith Sulez, vistiendo algo confortable color lavanda, le echó un vistazo y sonrió. Carolina Forbes, vestida más formalmente en turquesa (¿también iría ella a una cita?). Sonrió con satisfacción y zarandeo su rojiza cabellera. Y la delicada Bonnie MacCullough, la bonita pelirroja de verde pálido, escondía la boca tras los dedos, aun riéndose. Su trabajo era, obviamente, ponerle en el punto de mira. “Ey chica” esa era Carolina “Parece nervioso.” Meredith: “Entonces no podrá llevar a salir a Elena.” Bonnie: “No puede llevarla a ningún lado ¡No le hemos dado nuestro permiso!” Caroline: “Creo que iré yo con el. El y yo vamos camino de regreso… ¡Y es mono!” Meredith: “¿Mono? ¡Es delicioso! Y un quarterback también. Aunque aun no ha crecido.” Caroline: “Debería comer más carne.” Bonnie: “Es rubio y tiene los ojos azules. Como en un cuento de hadas.” Carolina: “Digo que lo secuestremos y lo guardemos para nosotras.” Meredith. “Eso depende de lo bien que nos suplique.” ¿Suplicar? Pensó Matt ¿qué van a hacerme? Elena se había puesto tranquilamente una torera azul plateada e se inspeccionó la cara en un pequeño espejo compacto. “Son una molestia.” Dijo a Matt, señalando a las tres chicas “Pero es más fácil si solo las preguntas si te dejan salir conmigo. Eso es lo que quieren, pero si no nos damos prisa, llegaremos tarde. Trata de echarlas flores también, Eso les gusta.” ¿Flores?¿Echar flores a tres de los más duros críticos de chicos que la humanidad había producido?¿Mientras Elena escuchaba? Matt se aclaró la garganta. Tenía un nudo, y sintió un golpe desde atrás. Tío Joe le estaba ayudando de nuevo. Abrió la boca sin idea de lo que iba a venir. Y lo que vino fue: “¡OH! Hermosas flores de la noche… ¡ayudadme en mi desesperada situación!” Por favor, dejadme robar esta extraña flor, para mirarla con devota atención, necesito pediros la aprobación, para marcharnos sin más demora.” Hubo un profundo silencio. Finalmente, Carolina sacudió sus cabellos e bronce y dijo: “Supongo que lo tenías todo preparado antes. Ese halfback, Terry Watson te lo contó. O ese otro tipo del equipo de futbol, cual es su nombre…” “No, no lo hicieron” dijo Matt reuniendo todo su valor de dos lugares, el bolsillo de su pantalón, y su larga asociación con Carolina Forbes. “Nadie me dijo nada, ni yo tengo intención de decirlo a nadie. Pero sí no nos vamos ya de aquí. Llegaremos tarde. Así que ¿puedo llevarla o no?” Para su sorpresa, todas las chicas empezaron a reír y aplaudir “Nuestra respuesta es: Sí.” Chilló Meredith, y entonces todas gritaron y Bonnie le lanzó un beso. “Solo una cosa.” Dijo Tía Judith “Por favor, dime donde estaréis esta noche, en caso de… bueno… por si acaso.” “Claro.” Dijo Matt, sin echar mirada a las chicas “Es Chez Amaury.” Hubo un susurro por encima de él, murmuraciones en distintas cadencias, la esencia de las cuales fue “¡Guau!” Elena dijo suavemente “Ese es uno de mis favoritos” Uno de sus favoritos. Matt sintió que se encogía, con una patada en el trasero del Tío Joe, se enderezó y se sintió mejor. Al menos había elegido un buen restaurante. “Siento este circo” dijo con su suave, suave voz, mirándole como una niña. “Pero insisten en hacerlo con todo los chicos nuevos. Es una chiquillada, pero lo empezamos en la secundaria. El tuyo es el mejor poema que he escuchado nunca.” ¿Quién podría estar enfadado con ella? Matt la escoltó hasta el coche y le abrió la puerta del pasajero. Entonces corrió rodeando ese montón de chatarra y se metió en el. “Entonces…” dijo Elena después de que hubieran dado una vuelta la ciudad. “¿Vamos a algún lugar antes que al restaurante?” Habló sin nada que pareciera que viese u oliera algo inusual en el vehiculo... “Sí, nuestra primera parada es un secreto. Creo que llegaremos a las siete y media. Espero que te guste.” Al principio, Elena rió en voz alta y le echo una mirada. Y su risa era cálida y autentica como un bálsamo caliente para todos los sentidos de Matt. La mirada fue rápida, inteligente y alegre. “Estas lleno de sorpresas” Dijo Elena, y para su sorpresa, se deslizo una delgada y fresca mano sobre la suya. Matt no podía explicar la sensación de aquel momento, fue simplemente como un rayo fluyendo desde sus fríos dedos hasta la palma de su mano, su brazo, y después hasta su cerebro frito por un millón de voltios. Era lo mejor que le había pasado nunca. Era una suerte que su coche conociera el camino a la tienda de flores por si solo, porque definitivamente su cerebro no estaba allí para dirigirlo. Elen
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